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viernes, 25 de febrero de 2011

Memoria Falsas

Memoria Falsas
El termino memoria falsas actualmente se utiliza para hacer referencia a experiencias de memoria en las que el recuerdo es diferente de la experiencia que tuvo lugar en realidad, y también a informes de sucesos recordados pero que nunca han ocurrido. En el mundo de la justicia este tema resulta de gran importancia, ya que con frecuencia se condenan inocentes basándose en los testimonios de testigos, dentro de los cuales este fenómeno podría interferir. Un ejemplo claro de esto es el caso de Clarence Elkins, quien fue condenado por violar y asesinar a su suegra, sumándose a esto la violación y agresión de su sobrina Brooke Sutton, quien observó el asesinato y fue abandonada a su suerte. En este caso no había una sola prueba física que relacionase al acusado con los supuestos hechos, sin embargo su sobrina fue la prueba crucial que persuadió al jurado para condenar a su tío, afirmando una hora después de los hechos, que el intruso era su tío. Después de 7 años de prisión las pruebas de ADN mostraron que el culpable era otro interno que en ese entonces cumplía condena. Así como este caso hay mucho más, de ahí la importancia de este tema para el mundo legal, ya que puede tener consecuencias devastadoras en el campo judicial.
Este tema se remonta al trabajo seminal de Bartlett (1932) sobre la memoria reconstructiva, aunque cabe señalar que ante a él ya se había comentado, pero sin mayores profundidades. Este investigador le pedía a los participantes de la Universidad de Cambridge que leyeran y recordaran un cuento de los nativos de Norteamérica: “la guerra de los fantasmas”. Después de poner a prueba varias veces el recuerdo de los participantes, Bartlett encontró que sus protocolos de recuerdo contenían muchos errores de comisión, o que recordaban información que no aparecía en el cuento. Posterior a Bartlett, Underwood (1965) investigó las memorias ilusorias en el contexto de un paradigma de reconocimiento continuo, en el que los participantes estudiaban una lista larga de palabras y su tarea era determinar si cada una de las que se presentaban aparecía previamente en la lista. Este investigador encontró que los participantes tendían a indicar que recordaban palabras nuevas si éstas  tenían una relación asociativa con alguna de las que aparecían en la lista, y que esto ocurría mucho más frecuentemente que cuando las palabras nuevas no tenían una relación asociativa con las de la lista.
Al inicio de los 70 varios investigadores comenzaron a estudiar los errores de memoria en la retención de prosa. Brandsford y Franks (1971) presentaban a sus participantes frases cortas que podían combinarse para formar frases más largas y complejas que formaban una historia o tema que no se presentaba nunca. Estos investigadores encontraron que los participantes tendían a indicar que habían estudiado la frase entera con más frecuencia que las frases con menos proposiciones y los participantes se mostraban más seguros de que las frases completas estaban en la frase de estudio de que lo estuvieran las frases que realmente estaban. En esa misma década , Elizabeth Loftus y sus colegas (Loftus, 1979; Loftus, Miller y Burns, 1978; Loftus y Greene, 1980) desarrollaron el paradigma de la información engañosa posterior al suceso como un método para estudiar las memorias sugeridas. En el paradigma básico, se exponía a los participantes ante un suceso. A algunos las preguntas contenían solo información consistente con el suceso (por ejemplo, ¿adelantó algún coche al Datsun rojo mientras estaba parado en la señal de Stop?), pero otros recibían información engañosa en las preguntas (¿Adelantó algún coche al Datsun rojo mientras estaba parado en la señal de ceda el paso?). En el test de reconocimiento final, los participantes que recibieron la información engañosa indicaron que la señal era de ceda el paso con mucha mayor frecuencia que los sujetos de control (Neuschatz, Lampinen, Toglia, Payne y Cisnero, 2007). Nakamura, Graesse, Zimmerman y Riha (1985) en un experimento encontraron que la memoria de reconocimiento era mejor para las acciones irrelevantes porque los participantes raramente recodaron acciones irrelevantes que el profesor no realizara en realidad.
Durante el surgimiento del actual interés por el estudio de la memoria falsas, muchos investigadores han adoptado el paradigma que Deese (1959) desarrolló originalmente pero que extendieron y popularizaron Roediger y McDermott (1995), y que desde entonces se conoce como paradigma DRM (Deese, Roediger y McDermott).En este paradigma se presentan listas de palabras (cama, descansar, siesta, etc.) que guardan una relación asociativa con un distractor crítico que no aparece (dormir). Este procedimiento provoca tasas muy altas de reconocimiento erróneo del distractor crítico no presentado (Payne, Elie, Blackwell y Neuschatz, 1996; Read, 1996; Roediger y McDermott, 1995). Desde este paradigma se ha mostrado que los participantes aprueban los elementos críticos no presentados con niveles altos de seguridad subjetiva (Payne et al., 1996; Roediger y McDermott, 1995; Toglia et al., 1999), una aprobación que también es característica de los recuerdos falsos de sucesos (Loftus, 2004; Loftus y Bernstein, 2005; Moritz y Woodward, 2002).
Otros investigadores han estudiado la inexactitud de la memoria mediante lo que denominan el paradigma de implantación (Hyman, Husband y Billings, 1995; Hyman y Pentland, 1996; Loftus y Pickrell, 1995). Estas inexactitudes reciben el nombre de memorias falsas implantadas. En estos estudios se pide a los participantes que recuerden varios sucesos de su infancia. Algunos ocurrieron realmente, otros han sido inventados por el experimentador. Después de la entrevista inicial, se pide a los participantes que continúen intentando recuperar más detalles sobre los sucesos reales y falsos, bien mediante entrevistas repetidas o escribiendo un diario todas las noches. En la entrevista final se les pide que recuerden todo de los sucesos. En general, un 30% de los participantes llegan a recordar detalles específicos de los sucesos falsos (Hyman et al., 1995; Hyman y Petland, 1996; Loftus y Pickrell, 1995; Pezdek, Finger y Hodge, 1997; Pezdek y Hodge, 1999; Porter, Yuille y Lehman, 1999). Garry, Manning, Loftus y Sherman (1996), concluyeron que el mero acto de imaginar un suceso aumenta la creencia del participante de que ocurrió (Garry et al., 1996; Garry, Sharman, Wade, Hunt y Smith, 2001; Heaps y Nash, 1999; Mazzoni y Memon, 2003; Paddock et al., 1998).
Roediger y McDermott (1995) emplearon en su seminal estudio el paradigma DRM y la distinción de Tulving (1985) entre recordar y conocer. Afirmaron recordar que es ser capaz de distinguir algún aspecto detallado del estimulo presentado (la voz del hablante, la posición que ocupaba en la lista, etc.). En cambio cuando no se es capaz de recordar ningún detalle específico de un ítem pero si de afirmar que se le ha presentado porque les resulta familiar, se puede decir que es conocer. Encontraron una disposición bastante fuerte a dar respuestas de recuerdo a items críticos no presentados. Estos mismos autores, pero en 1998 concluyeron que las advertencias no eliminan el efecto de la memoria falsa porque la gente generalmente no es consciente de cómo diferenciar las memorias falsas de las verdaderas. En ese mismo orden Johnson, Hashtroudi y Lindsay, (1993) nos presentan la teoría del manejo de la fuente que predice las diferencias sistemáticas en el contenido experiencial de las memorias verdaderas y falsas y Neuschatz, Payne, Lampinen y Toglia (2001) en contraron que advertir a los participantes sobre las diferencias fenomenológicas no reduce el efecto de memoria falsa ni inmediatamente ni con un intervalo de demora de 48 horas.
Lampinen, Copeland y Neuschatz (2001) sentaron a sus participantes en una habitación con el aspecto de ser la oficina de un graduado para examinar la memoria para los objetos de este entorno naturalista. Encontraron que fue bastante fácil que los participantes reconocieran erróneamente elementos consistentes con el esquema de oficina, y que estos reconocimientos falsos aumentaban tras un intervalo de retención de 48 horas. Neuschatz, Lampinen, Preston, Hawkins y Toglia (2002) obtuvieron resultados similares haciendo que sus sujetos observaran una clase grabada en video en la que el profesor mostraba varias acciones consistentes con el esquema (escribir en la pizarra) y otras inconsistentes (fumar un cigarrillo). Estos resultados permiten ratificar que se pueden crear memorias falsas con facilidad con materiales que son más complejos que simples listas de palabras (Brewer y Treyens, 1981; Lampinen et al., 2000, 2001; Neuschatz et al., 2002; Pezdek et al., 1989).
Basden, Basden, Thomas y Souphasith (1998) con la intención de explicar el recuerdo colaborativo encontraron que los grupos colaborativos (que trabajan juntos en la tarea) es más probable que produzcan memorias falsas que los grupos nominales (grupos de personas que trabajan de manera independiente en partes diferentes de la tarea). Roediger, Meader y Bergman (2002) y Meade y Roediger (2002) intentaron crear un ambiente más naturalista en el que estudiar la posibilidad de que las memorias falsas sean contagiosas si los participantes trabajan juntos. Encontraron que los recuerdos falsos en el contexto de un recuerdo en colaboración reafirman el argumento de la prevalencia y demuestran que pueden ser “contagiosos” (Meader y Roediger, 2002). Gabbert, Memon, Allan y Wright (2004) y Wright, Self y Justice (2000) han encontrado que la memoria de un testigo se puede alterar si otro introduce información inexacta sobre el suceso en una conversación cara a cara. Siguiendo la metodología denominada paradigma de implante, desarrollada por Loftus y Pickrell (1995), antes señalada, se ha demostrado que la gente puede fabricar episodios enteros si se dan las condiciones sociales apropiadas. Utilizando ese mismo modelo Wade, Garry, Read y Lindsay (2002) demostraron que es posible implantar memorias presentando fotografías retocadas digitalmente.
La plausibilidad es muy probable que juegue un importante papel moderador en el efecto de la memoria falsa. Mazzoni, Loftus y Kirsch (2001) han ofrecido una explicación teórica a cómo es posible crear recuerdos falsos sobre sucesos atípicos implausibles. Defienden un modelo de tres pasos. En primer lugar el suceso ha de ser percibido como plausible. Segundo, la persona debe creer que es razonablemente probable que el suceso pudiera ocurrirle. Tercero, la persona debe interpretar sus fantasías y pensamientos sobre los sucesos como recuerdos. El principal supuesto de este modelo es que la plausibilidad y la probabilidad de ocurrencia no son fijos, sino maleables. En esa misma línea Mazzoni et al. (2001) encontraron un aumento semejante en plausibilidad y probabilidad para un suceso que inicialmente era implausible e improbable sin proporcionar un feedback falso. Por tanto, es posible que las personas crean que les ha sucedido algo que nunca han vivido, incluso aunque sea improbable e implausible, (Neuschatz, Lampinen, Toglia, Payne y Cisnero, 2007).
Después de haber citado estas investigaciones queda claro que es una problemática para el sistema judicial determinar si es posible o no tener recuerdos vívidos de sucesos que nunca han ocurrido. Sin lugar a duda hay pruebas convincentes de que la gente puede tener memorias detalladas de sucesos que tan solo se han imaginado, que resulta relativamente fácil construir memorias de sucesos completos, y que además pueden tener memorias falsas de sucesos atípicos altamente traumáticos y emocionales. No obstante Neuschatz, Lampinen, Toglia, Payne y Cisnero, (2007) afirman que las investigaciones sobre implante de recuerdos sugieren en conjunto que añadir intentos de recuperación induce más recuerdos falsos, pero a la vez afirman que se necesita más investigaciones antes de poder hacer una afirmación más fuerte.

1 comentario:

  1. BUENAS NOCHES, INTERESANTE ESTA TEORÍA, PORQUE TRABAJO EN VIOLENCIA DOMÉSTICA Y SE VE MUCHO ESTE TIPO DE CASOS, DÓNDE PUEDO OBTENER MÁS LECTURA SOBRE ESTE TEMA?

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